jueves, mayo 07, 2009

Con tu blanca escualidez


Resulta difícil, por no decir imposible, no asociar la imagen de Blanquita a la canción de Procol Harum A Whiter shade of pale. El tema cuya traducción literal es Una blanca sombra de palidez fue conocido en nuestro país por el título Con tu blanca palidez. Lo cierto es que al escuchar esa melodía me traslado automáticamente a los alrededores de la plaza Altamira (1972), espacio geográfico donde se movía el personaje que hoy traigo a colación.
Cuando conocí a Blanquita ya habían pasado algunos de los acontecimientos que marcaron a mi generación, la misma del Mayo francés y la renovación académica y todos quienes de alguna manera estuvimos gravitando en la onda de Woodstock y el viaje a la luna. Blanquita (cuyo apellido y nombre de pila no recuerdo) era una muchacha etérea, nacida en la abundancia propia de una familia adinerada del este de Caracas. Era para más señas, una estudiante de pensamiento avanzado, que sin caer en los extremismos del ya decadente marxismo leninismo, conjugaba justicia social y libertad.
Blanquita era una verdadera caja de Pandora. Recuerdo la primera vez cuando me pidió que la llevara a conocer un barrio de Caracas. Su petición me causó una especie de hilaridad y curiosidad. Si ella deseaba llegar al fondo de la pobreza de nuestras principales barriadas, yo en cambio quería indagar en su particular sociología. Dueña de una impactante belleza informal, poseía el justo sex appeal (para usar un término de la época) necesario para conectarse con sus semejantes. Aunque de familia acaudalada, jamás mostró signos de ostentación. En sus argumentos políticos indicaba que la pobreza no era una virtud sino un lastre porque al final la familiarización con las carencias materiales terminaba fomentando la más terrible de todas las miserias: la pobreza espiritual, la cual guarda una peligrosa afinidad con el conformismo y el resentimiento.
Lectora de Marcusse, Henri Lefevre y Marshall Mac Luhan, por citar tres autores fundamentales de la contracultura de los 60, Blanquita era partidaria de un socialismo con rostro humano. ¿Qué sentido tiene luchar por un socialismo para ser más pobres y menos libres?, se quejaba con mucha razón nuestro personaje. Sin justificar el socialismo utópico, argumentaba que con sus políticas reivindicativas y sociales, Eugenio Mendoza era más revolucionario que muchos marxistas, leninistas, guevaristas, maoistas y cuántos marxianos hay en este humano mundo.
Como toda estudiante universitaria de aquel entonces, Blanquita había bebido de las fuentes de la renovación académica y del deslinde ideológico que se produjo en 1968 en la izquierda venezolana, fundamentalmente en el Partido Comunista de Venezuela a raíz de la invasión a Checoslovaquia, que a punta de tanques, protagonizó el imperialismo ruso para impedir precisamente la instalación de un socialismo con rostro humano.
A la par de sus avanzadas posiciones políticas, Blanquita era amante del rock sinfónico, del cual Procol Harum era su favorito y más fiel exponente. Estaba seducida precisamente por la belleza envolvente de la canción Con tu blanca palidez, de la cual yo parodiando su imagen en el tiempo y extrapolando su recuerdo a este presente impreciso y contradictorio, la llamaría “con tu blanca escualidez”. Más allá del decálogo del chavismo, lo escuálido es lo macilento, lo desmejorado, lo deteriorado o apocado. Pero también si se quiere ahondar un poco más, lo minoritario e irrisorio. Tal calificativo también cabe para cualquier organización o club que esté en desventaja numérica con respecto a los factores de poder político o económico.
Ahora me pregunto: ¿quienes viven en el Este opulento son escuálidos por ser minoría?, o ¿se es escuálido porque las ideas de algunas minorías no necesariamente comulgan con las mayorías anestesiadas y manipuladas de todas las épocas? Blanquita era una escuálida ante el apabullante poder de los adecos y seguramente lo sería hoy día ante el aplastante número de socialistas que en la actualidad se cuadran con el poder establecido. Se es escuálido por ser élite? No es lo mismo ser élite (que involucra necesariamente grupos de poder económico o político) que pertenecer a la aristocracia del pensamiento, de las artes o la cultura. Las élites políticas y económicas están conformadas por lo general por personas extremadamente incultas e ignorantes. Blanquita pertenecía a esa aristocracia del conocimiento que yo amaba y con la cual me siento plenamente identificado. Blanquita etérea, ingrávida, sutil y nadando a contracorriente sería en este época una desadaptada y posiblemente sería etiquetada como “disociada”.
El espacio se agota y olvidé decirles que en esa heterodoxia que me tocó vivir tenía cabida el rock y el socialismo. Procol Harum supo dosificar en su discurso la novedad del blues, la espiritualidad del gospel y la genial herencia de Johann Sebastian Bach. Cuando sientas sonar esa tocata que luego se transforma en blues, no olvides que en sus vibraciones una generación supo reconocerse más allá de las asimetrías y las contradicciones. Abur y hasta la próxima! casconcert.blogspot.com cartonsil@hotmail.com, casconcert@gmail.com

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