viernes, abril 24, 2009

Un recuerdo de Don Atilio Morán


“Cuando pongo la mejilla en esa melodía,
recupero un instante la ciudad perdida.”

Juan Sánchez Peláez

Como un sueño que se resuelve en la plenitud del paisaje, me viene el recuerdo de Don Atilio Morán fundido a un pedazo de ese Maracaibo representado en sus valores cultura, música y gastronomía, y por supuesto, en su gente. En esa estirpe de zulianos fundamentales ligada indisolublemente al paisaje humano y afectivo, ubico al señor Atilio, quien se despidiera de nosotros hace dos años en su Maracaibo natal.
Con una memoria y lucidez proverbiales, Atilio Morán supo darse sin reserva a sus semejantes. Con un exacto poder de la comunicación, tenía amigos y amigas de todas las edades y diversas latitudes. Había nacido Atilio Morán exactamente en 1915. Aunque marabino de pura cepa se crió en Los Puertos de Altagracia. Sus padres Nicolás Morán y Carmen Acurero supieron acuñar en el joven Atilio una enseñanza basada en el trabajo y los valores de la honradez y la responsabilidad.
Nos cuenta su hija Gabriela Morán que el padre de Atilio murió cuando éste tenía 5 años. Era marinero, más exactamente, capitán del barco El Progreso surcador de lagos y mares. Esta nave viajó a Curazao y Aruba.
Don Atilio formaba parte de una familia de 16 hermanos. Al quedar huérfano lo pusieron a trabajar en una bodega propiedad de Felipe Amado. A los 15 años fue llevado a Caracas por su hermano, el General Manuel Morán, quien llegó a ser Ministro de Guerra y Marina durante el gobierno de Isaías Medina Angarita. Durante su permanencia en la capital inició estudios de la Guardia Nacional en Villa Zoila, la cual dejó para tomar la carrera de dactiloscopista.
Este paso importante le permitió trabajar en los servicios de Identificación y Extranjería (hoy Onidex) hasta que llega Pérez Jiménez al poder. En 1952 ingresa a los laboratorios Park Davis, firma a la cual representó hasta 1971. Junto a su fiel y amantísima esposa Graciela Josefina Leal Cubillán procreó cinco hijos: Graciela Josefina, Gisela Josefina, Bernardo José, Gabriela Josefina y Atilio José. Su longeva existencia le permitió conocer y disfrutar a sus 11 nietos y 8 bisnietos.
Estos datos tan necesarios para una semblanza nos permiten advertir la dimensión de un hombre sencillo y entregado a su familia, a los amigos y todo aquel que necesitara su mano amiga y fraterna. Con un profundo sentido cristiano ayudó a muchos a culminar sus estudios, saldar una deuda, mitigar una necesidad y sobre todo consolidar una amistad, como muchas que se mantuvieron a lo largo del tiempo.
Tengo el inmenso honor de contarme en esa numerosa legión de amigos y amigas que el señor Atilio supo cultivar durante su larga existencia. Más allá de la vinculación familiar, mi amistad viene dada por esos conductos de los afectos y ciertas afinidades por el tango, el bolero y la historia de Venezuela, de la cual era un agudo conocedor. Una noche en Choroní tuve la irrepetible oportunidad de escucharlo en una clase magistral que de manera espontánea le dio a un grupo de adolescentes que le formularon una pregunta sobre Medina Angarita.
Choroní fue también el escenario propicio para escucharlo entonar unos tangos que aún recordamos con una mezcla de placer y nostalgia
En otro escenario costeño, esta vez en Ocumare de la Costa compartimos el gusto por el bolero, específicamente en las voces de Miltinho y Felipe Pirela. En un viejo reproductor analógico nos dimos a evocar esas canciones que forman parte del universo espiritual de los latinoamericanos.
Revisar ese cancionero me llevó a los pregones zulianos de Rafael Rincón González que dibujan la esencia de la zulianidad y nos traen aunque sea por un instante la figura lúcida, memoriosa y vital de Don Atilio.
“Va cantando el pregonero vendiendo su mercancía/ Son las cinco y el lechero nos viene anunciando el día;/ Alevántese, señora que se hace de mediodía/ La leche viene en los potes con espuma de alegría/ La leche viene en los potes con espuma de alegría”. Abur y hasta la próxima! casconcert.blogspot.com cartonsil@hotmail.com, casconcert@gmail.com

5 comentarios:

Amanda Huerta Morán dijo...

Gracias Carlos, por traerme de vueltas en tus palabras a Don Atilio de quién tuve el privilegio de ser su nieta. Privilegio porque tanto amor y entrega que le caracterizaba es hoy un privilegio pero un paso común en su vida.
De él, el amor al trabajo, un sentido enorme de la responsabilidad y códigos de amistad y amor como pocos.
Yo, desde algún lugar del sur, orgullosamente zuliana, trato de honrar su enseñanzas. Y vuelvo a él cuando viene a mi boca su tango, el tango inmortal "Volver".
Amanda Huerta Morán

Gabriela Morán dijo...

Infinitas gracias Carlos,por hacernos recordar, en estos tiempos de crisis de valores, el amor,la responsabilidad y la solidaridad, como enseñanza permanetes de papá. Y Defendamos la alegria como El y el maestro Benedetti nos mostraron. Un abrazo,y de nuevo gracias

CAS CONCERT dijo...

A Gaby y Amandita les digo que no es nada. Tal como lo digo en mi escrito, para mi fue un honor ser amigo del señor Atilio y dedicarle esta crónica, que era como una vieja deuda. Desde la primera vez que hablamos sentí por él una gran simpatía y afinidad y siempre me dije que era todo un personaje, quien merecía un trabajo mas extenso, por ejemplo un documental. Tenía muchas cosas que mostrar y muchas lecciones de vida que darnos.

Unknown dijo...

Mi primo Atilio (más bien primo hermano de mi abuela Dolores Morán). Qué gratos recuerdos. Gracias

Unknown dijo...

Un hombre íntegro, Don Atilio, formador junto a Doña Graciela, de una hermosa familia. Como amigo de infancia de su hijo menor Atilio José y de un hijo putativo, Fernando Durán, me honro de haberlo conocido. Recuerdo la ocasión -entre varias- que nos llevó en su Dodge Dart color celeste, a una casa que tenía antes de llegar a los Puertos de Altagracia, la pasamos divinamente correteando alrededor de la vieja casa. Hombre de ejemplos que nunca voy a olvidar, así como nunca olvidaré la ocasión en que su primo Humberto Fernandez Morán le visitó en su apartamento del Edificio San José y al momento de éste pretender subir las escaleras, tocó con cariño las cabecitas de los niños que estabamos en los escalones de la misma jugando ludo o algún otro juego de mesa, "El Garito" como le llamaba Atilio José. Las enseñanzas y consejos del Sr. Atilio Tales como las de mis difuntos padres Abelardo Chirinos y Silfides Vargas, siempre están presentes en mi cotidianidad traspasandola a todos los niños y jovenes que me precio conocer.