sábado, diciembre 06, 2008

UN CAFÉ CON CESARIA EVORA




Nunca he necesitado excusas para escuchar música y entregarme de lleno a mis artistas favoritos. Rendirme a esas voces que me han cautivado a lo largo de toda una vida. Sin embargo puedo decir que siempre hay un motivo oculto o visible que nos invita a sumergirnos en los sonidos musicales pertenecientes a culturas y estilos disímiles.
La buena fortuna, mi permanente interés por la música y la atracción por las novedades me han permitido el disfrute de la quinta esencia de una gama bien variada de sonidos. Siempre atento a cualquier sugerencia o dato, he llegado a escuchar voces de gran calidad como Ginamaría Hidalgo, Elis Regina, Mireille Mathieu, Mahalia Jackson, María Callas, Morella Muñoz, Aretha Franklin, Ella Fitzgerald, Soledad Bravo, entre otras artistas femeninas que me han arrullado, acariciado, trasnochado y estremecido para hacerme ver la otra dimensión de la vida, esa otra zona en la cual sólo ingresan los privilegiados.
En lo particular he aprendido a valorar ese legado musical desde el fondo de mis propias vivencias. Fue en esa dirección como llegué a Cesaria Evora, vocalista Excepcional de la Isla de San Vicente (Cabo Verde), que me atrapó desde la primera vez que la escuché por recomendación de mi hermana Aura Silva, quien ya tenía varios meses formando parte de esa cofradía especial.
Nacida en la ciudad portuaria de Mindelo de Cabo Verde en África, Cesaria Evora es una artista auténtica quien tiene el don de transmitir la tristeza, la alegría y el colorido de un pueblo transmutado en una voz inconfundible. Hay en el canto caboverdiano de Cesaría una riqueza poca usual, producto de un particular proceso de hibridación cultural, cuyos resultados representan un patrimonio para toda humanidad.
Respaldada por compositores talentosos como Teófilo Chantre y Manuel de Novas, para nombrar sólo dos firmas de prestigio, Cizé (como la llaman sus amigos y familiares) ha logrado conformar un repertorio rico en armonías, nostalgia y brillo musical. En su propuesta se han fundido distintos sonidos como la morna (el fado evolucionado, con clara referencia de la modinha de Brasil), las rítmicas coladeras, un blues muy particular y otras influencias tomadas a lo largo de su transitar por la vida y el contacto con compositores y productores.
Un disco muy lleno de esa fusión es “Café Atlántico” (1999) el décimo editado por esta singular artista lusafricana, quien tiene entre sus exigencias rodearse de sus querencias mas preciadas como son el mar y la sodade (saudade en portugués). Hay en este disco un intento por acercarse a la música de Cuba y Brasil. A pesar de haberlo hecho muy bien, ella prefiere cantar desde las cadencias de la morna (una especie de fado afrinacanizado). No debemos olvidar que el archipiélago de Cabo Verde fue por mucho tiempo colonia de Portugal. Su historia está teñida de sangre, desigualdad, esclavitud y sodade. Todo esto está reflejado en la voz de Cesaria Evora, llamada la Diva de los pies descalzos, en honor a los desposeídos de su pueblo. Canta descalza para no olvidarse de su origen humilde, como otros compatriotas marcados por el látigo de la pobreza.
Debo indicar que por recomendación de Aura Silva me entregué de lleno a esa voz a partir de un tripack contentivo de los discos “Antología”, “San Vicente do longe” y “Café di Atlánico”. Este disco que ahora nos convoca es suficiente motivo para rendir tributo por partida doble a la intérprete de “Vaquinha mansa” y a mi recordada hermana, quien dos años antes de morir, junto a mi esposa Jacqueline Durán decidió visitar (sin planificarlo) la ciudad de Puerto Cabello. Como parte de un pacto secreto y tácito, ellas se afanaron en darle cuerpo al imaginario porteño, que a semejanza del San Vicente de la diva descalza, está cargado de nostalgia, sensaciones y vivencias que sólo la música puede festejar e iluminar.
En un café restaurante del Puerto nos dimos a comer mariscos y beber vino y cervezas. Ese instante tan fijo en mis recuerdos lo interpreto como una invitación permanente a tomarnos un café o una cerveza (preferiblemente frente al mar) para celebrar y darle sentido a tanta música vivida. El café debe conversarse y sobe todo saborearse en el tempo de la voz seductora y espesa de Cesaria Evora, quien en una entrevista confesó: “Cuando me siento con estrés le pido al mar que me devuelva la paz”. Invito a mis lectores a ubicar tiempo y espacio, para en buena compañía dedícale un café a Cesaria Evora”. ¡Abur y hasta la próxima!
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