sábado, diciembre 20, 2008

Limpiando el desván o adiós al mundo analógico


Tal como lo he venido sosteniendo a lo largo de todos estos años, la Navidad es tiempo propicio para la reflexión y la puesta en orden de los asuntos del cuerpo y el espíritu. Hay en la misma atmósfera de diciembre una predisposición a despachar lo viejo para darle paso a la renovación. Por múltiples factores la época navideña se presenta propicia para hacer limpieza profunda
Bajo esa idea me dispuse a limpiar el desván de mi casa y así eliminar las cosas inservibles, inútiles y obsoletas que ocupan espacio, representan un dolor de cabeza y ocasionan más de un inconveniente. Una mirada fugaz al ático de mi residencia ofrece un paisaje variopinto que contiene desde una aspiradora vieja hasta clavos y tornillos, sin descontar potes de pintura y un valioso material audiovisual que muy bien pudiera estar en un museo de la imagen y la palabra. Suena bien, ¿verdad? Esa idea tuve que abandonarla cuando me vi obligado a salir sin previo aviso de estos chécheres. En el inventario figuran: máquina de escribir, cintas de videos, casetes, diskettes, diapositivas, cintas de VHS y otros instrumentos del ya agonizante mundo analógico.
Es muy poco lo que tengo que lamentar cuando se trata de salir de parrilleras, clavos, potes, zapatos, instrumental médico quirúrgico y un larguísimo etcétera. Pero muy distinta es mi actitud cuando tengo que desprenderme de mis discos de vinilo, revistas de música, mi colección de casetes de música clásica y otros incunables de la tecnología demodé. Eso fue precisamente lo que me tocó en suerte el pasado sábado, cuando por una bien estudiada exhortación de mi esposa debí salir de mis adorados bártulos (Cachivaches, como decimos en Venezuela).
Mientras esperaba el camión que se llevaría el preciado cargamento no pude evitar trasladarme al pasado y las múltiples anécdotas que iban activando cada uno de estos ejemplares de vinilo. En mayor o menor grado cada disco cumplía su función evocatoria. Pavarotti, Celibidache, Pirela interpretado por Héctor Lavoe, Charly García, Gato Barbieri, yacían al lado de los clásicos del rock como Led Zeppelin, Pink Floyd, Sting, John Lennon, King Crimson, por citar algunos. Además de estas luminarias, en el lote de discos desechados también figuraban cantautores valiosos como Alberto Cortez, Gianfranco Pagliaro y Joan Manuel Serrat con el disco negro dedicado al poeta Miguel Hernández, del cual guardo un nítido y emotivo recuerdo de mi época en Guarenas.
De todos los discos grabados por Serrat dedicados a los grandes poetas hispanos parlantes, este es el disco que más añoro. Sus temas me llegaron y me siguen llegando a lo más profundo. Las nanas de la cebolla, Para la libertad, Elegía, Llegó con tres heridas, Umbrío por la pena, Boca, Romancillo de mayo, El niño yuntero, Canción última y particularmente Menos tu vientre, son los títulos de un disco que me remite a un tiempo de soledad existencial, de inconformidad, de insomnio prolongado, de lectura voraz, de tertulia a las 6 de la tarde, tiempo de la UCV, amores al final de la adolescencia, de amigos inolvidables, mis últimos días en Catia, y finalmente, el recuerdo de Tayde en Guarenas.
A Tayde la conocí una mañana fresca de mayo, cuando en compañía de unos amigos comunes nos dio por beber cervezas en una tasca en Guarenas. Hubiéramos podido ser dos grandes amantes. Lamentablemente los celos excesivos de sus hermanos y el temor de enfrentar radicalmente a su familia marcaron una distancia insalvable.
Años después la vi en el Centro Comercial Trapichito donde trabajaba. Allí fijamos una cita para ir al cine Altamira a ver la película El huevo de la serpiente, de Ingmar Bergman. La experiencia de esa salida me dejó un sabor si se quiere triste. No hubo besos ni promesas ni despedidas efusivas. Desde ese día no la he vuelto a ver. De esa relación queda el disco negro de Serrat que aún debe conservar. Hace unos años supe de ella por intermedio de un primo con quien me envió efusivos saludos. El tiempo ha pasado, y ahora desde el rincón de mi desván veo este disco que me remite a muchos momentos vividos en compañía de amigos y amigas que ya no están o simplemente tomaron rumbos distintos en la geografía física y sentimental La próxima vez cuando me toque limpiar el ático o simplemente tenga que deshacerme de estos bártulos, lo haré sin fijarme ni pensar mucho. No vaya ser que el pasado vuelva a jugarme una impredecible travesura. ¡Abur y hasta la próxima!

1 comentario:

sanaez dijo...

Que cierto todo lo que aqui escribes, en navidad siempre uno se deshace de parte del pasado, yo lo hago,sin embargo aún no tengo el valor de botar los discos, ni las cintas vhs y casettes o soy cobarde de dejar que se vayan los recuerdos a la basura o sera que esos objetos siguen siendo parte de mi vida actual.