domingo, abril 08, 2007

Nostalgia y valor de los 80 (2).


Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle
Los amigos del barrio pueden desaparecer
Pero los dinosaurios van a desaparecer
Los dinosaurios, de Charly García

A pesar del predominio que tuvo el merengue a todo lo largo de la década de los 80, nuestros oídos enfocaron su atención hacia otros ritmos y sonidos. La juventud universitaria de aquel entonces orientaba su accionar por los caminos de la rebeldía que en muchos casos tenía cauce legítimo en el rock. Es una herencia de los 60 pero que en este caso se manifestaba con “raros peinados nuevos”.
Como telón de fondo de esa generación se podría colocar un popurrí de Mecano, Hombres G, por la parte española, y a Charly García, Soda Stereo, Fito Páez, en lo que corresponde a escalada sureña. A las par de los estribillos de Villalona, Cepeda y Wilfredo Vargas, la gente de los 80 se contaminó con varias fiebres del universo rockero. Digo varias porque al terminar el delirio por Mecano, un sector de la juventud se entusiasmó con las canciones de Charly García. Mientras un grupo coreaba por los pasillos de la Escuela de Arte de la UCV aquello de “Fernanda, Fernanda yo quiero irme contigo a la parranda”, los acólitos de Charly ofrendaban sus plegarias en ritmo de rock desenfadado para condenar las dictaduras que por varios años azotaron a países del cono sur. Este rechazo a la bota militar se vio fielmente retratado en el tema Los Dinosaurios, que aborda el caso de las desapariciones forzadas a que fueron sometidos hombres y mujeres por esta especie de fascismo tropical. La advertencia de la letra era muy clara y directa: “Los amigos del barrio pueden desaparecer, los cantores del barrio, los que están en los diarios pueden desaparecer, la persona que amas puede desaparecer…”
Al compás del pop nacional, el rock argentino y los grupos españoles, la juventud venezolana de esa década fue cincelando su propio perfil con un imaginario muy particular que incluía el futuro preludiado en Blade Runner, de Ridley Scott y conjugando el gerundio del verbo vivir a punta de bachata rosa y resumiendo lo efímero de cada experiencia en video clips con remembranza surrealista y tejido cibernético.
Los escenarios de ese sueño colectivo, cien por ciento urbano, se ubican en lugares inéditos como Mata de Coco y el Teatro Teresa Carreño inaugurado a principio de la década y al final del gobierno de Luís Herrera. Otros espacios se incorporan a este itinerario de la nostalgia en momentos cuando lo máximo era agarrarse de las manos mientras se tarareaba las estrofas de Aire o Me cuesta tanto olvidarte, sin obviar los ingeniosos juegos de palabra de los hermanos Cano.
De esos luminosos días recordamos las presentaciones de Los hombres G en Caracas y la Maestranza César Girón, donde ofrecieron un concierto de antología que tuvo como telonero al grupo Rock and roll Circus. Esa noche, una vez superado un impasse con la gente del Sindicato, los españoles, muy sencillos, por cierto, deleitaron a los aragüeños con “Devuélveme a mi chica”, “Venecia”, entre otras que el público seguía con mucha atención.
A pesar de la alegría que evidentemente se vivió en esa época, hubo no pocos momentos de intolerancia y represión por parte de algunas autoridades policiales que no soportaban la presencia masiva de jóvenes asistiendo a eventos musicales y artísticos. Esa intransigencia la percibí en varias oportunidades, especialmente en Mata de Coco cuando asistí a un concierto con Charly García. Esa noche, el rockero argentino estaba vestido con un saco bicolor (rojo y negro) y nos entregó un espectáculo irrepetible. Lucía irreverente (su actitud natural), genial y en su mejor momento. En compañía del poeta Manuel Cabesa salí de Mata de Coco buscando la avenida Francisco de Miranda. A distancia vimos una jaula de la Policía Metropolitana practicando lo que llamaban redadas selectivas. En una actitud casi suicida y a tono con un despecho que lo devoraba en ese momento, Manuel estaba dispuesto a replicarle a los policías. Por más que trataba de decirle que se aplacara, Manuel insistía en su idea de insultar a los uniformados. Al final no se que pasó por la mente de los policías y la de Manuel. Yo me sentía muy mal y con ganas de reventar. La provocación no cesó hasta que un oficial decidió dejarnos ir. “Nada ha cambiado en esta porquería de país, porque como dice Charly, “nos siguen pegando abajo”- expresó Manuel casi en susurro mientras alcanzábamos un bus rumbo a nuestro destino. Esta historia continuará. casconcert.blogspot.com cartonsil@hotmail.com , casconcert@gmail.com

6 comentarios:

CAS CONCERT dijo...

Viva Charly y toda esa energía que supo transmitir en los 80 como representante genuino del rock argentino

CAS CONCERT dijo...

Charly está más vigente que nunca

CAS CONCERT dijo...

Toda una trayectoria en rock en español Muchas horas de vuelo tiene este pibe

CAS CONCERT dijo...

Seguimos en la onda de los 80 y llas voces más repreentativas

Almaluz Díaz dijo...

De esos años 80 también hay que anotar el prejuicioso comentario del entonces rector de la UCV, Edmundo Chirinos. Es trillada la frase, pero por su efecto corrosivo dejó huellas en nuestra memoria: Eso de la generación boba.
Creo que bachata rosa no es de los ochenta; forma parte de la discografía de los tempranos años de los 90 de Guerra. Pero ya èl había hecho,desde 1980, un vuelco definitivo al merengue: lo llenó nada más y nada menos que de poesía. Gracias, CAS por tus recuerdos. Almaluz

CAS CONCERT dijo...

Sgue la saga de los 80 con lo más representativo de na época.